A través de la historia de una familia de vendedores de escobas cuya existencia se ve puesta al límite con el retorno del padre que había abandonado el hogar hace 14 años, la compañía EL HIJO DE CHILE hace un recorrido por la historia social de nuestro país valiéndose de un tono realista para poner en discusión la figura patriarcal y el poder que esta ejerce en nuestra sociedad.
Jorge González agoniza, ya no quiere cantar el baile de los que sobran, ya no sobra. En este montaje un Programa de Televisión es transformado en un Juicio. El espectador puede juzgar tanto al cantante como a la periodista, mientras la dramaturgia aprovecha de condenar a Chile. A través de un diálogo ácido, los argumentos de González intentan derrotar al contrincante y en eso, los dos personajes, se van encontrando en una complicidad en permanente riesgo de despedazarse. En su interpretación Pablo Schwarz parece decir: no es fácil ser una Estrella de Rock, pero no es peor que el total anonimato. El montaje cruza soledad y democracia, como diciendo estas son las luces del Nuevo Chile, este es el funeral del país que iba a ser, esta es la Alegría, nada más. Él cantando sobre un tejado de vidrio y ella con un micrófono que busca dejar caer como martillo. La Dictadura terminó, pero el Show debe continuar.
Natacha, una mujer que no logra enrielarse en las formas tradicionales de vivir el amor de pareja (pololeo, compromiso y matrimonio) debido a que permanentemente se lo cuestiona todo; la soltería, su fealdad, el valor del matrimonio, entre otras cosas. En toda esta confusión mental Natacha tiene como consejera a su hermana, una mujer que al contrario de ella ha optado por el camino convencional del matrimonio, cosechando pésimos resultados que desatan con mayor severidad la rebelión de Natacha ante el amor. Este escenario, donde se vive el amor desde la fealdad, enriquece la problemática de la belleza y el amor; Natacha ve la belleza como el móvil de todo deseo del ser humano y su pretensión es que su vida esté poblada de belleza, o sea, de amor.
Reconocidos como una de las bandas más inclasificable y creativa de la escena nacional, los cultores del rock’n’dino estarán este 15 de julio presentando su cuarta placa discográfica en Teatro del Puente.
Rock, psicodelia, poesía y experimentación con identidad local son los elementos que dan fruto a CUCHUFLETA. Dirigidos por Gregorio Fontén, esta banda ha demostrado en sus discos anteriores una capacidad única de jugar con los diferentes estilos y formatos; de improvizar y hacer canción; de alegrar, de entristecer; de bailar y descansar… Trompetas, pianos, violines, trombones o guitarras nutren a esta banda en distintas etapas de su carrera para dar vida a esta «extraña música de vanguardia con sonido a quinta de recreo» (H. Aravena).
Hoy, joven y vital presenta las últimas canciones de Fontén y demuestra en los arreglos que Cuchufleta ha alcanzado una madurez e inteligencia musical inusitada. Este cuarto disco es editado bajo el alero del Fondo para la Música, cuenta en la producción musical con Eduardo Parra, tecladista y letrista de Los Jaivas y está dedicado a Rhino González y Los Beat 4, un referente de rock chileno de los años sesenta que Fontén destaca por su capacidad de hacer rock con una «voz y sonido impresionantemente local.»
Esta fecha será la primera de una gira que llevará a la banda por distintos escenarios de la capital y regiones presentando su peculiar estilo de rock’n’dino, una música a la vez novedosa y parte de una identidad local.
Sueño con Revolver se sitúa en un Buenos Aires posnuclear, con cortes de luz que duran meses, mafias que se disputan los barrios, hombres y mujeres que duermen con un revólver debajo del brazo.
En ese paisaje demolido, una adolescente y un hombre se conocen en un club nocturno. Sin saber nada el uno del otro pasan la noche a oscuras en el departamento de él. La historia narra lo que sucede durante esa noche.
Escrita por Lola Arias – una de las más importantes dramaturgas de la escena argentina contemporánea – La obra se sitúa en una ciudad posnuclear, con cortes de luz que duran meses, mafias que se disputan los barrios, hombres y mujeres que duermen con un revólver debajo del brazo. En ese paisaje demolido, una adolescente y un hombre se conocen en un club nocturno. Sin saber nada el uno del otro pasan la noche a oscuras en el departamento de él.
La propuesta del montaje logra un diálogo orgánico entre la atmósfera del texto y la biografía del espacio físico donde la obra se realiza: “El teatro del puente”. Néstor Cantillana recalca: “En ese diálogo con el espacio, las luces de la ciudad como telón de fondo me parecen apropiadas para extremar la idea de éste pequeño drama inmerso en el caos exterior.”
Otro soporte del montaje es la música en vivo. La pareja se conoce en un bar, donde se encuentran por primera vez, coquetean y finalmente salen de ahí para ir al espacio de él: “ Me pareció importante subrayar las energías distintas de ésos dos espacios. En ése bar con una banda inconclusa logramos ver a estos personajes en una energía mucho más expansiva, más libres, más resueltos. Pero ya en el lugar de él, después de haber tenido sexo, nos damos cuenta que son dos seres bastante temerosos, frágiles y dañados emocionalmente.”
Más que un espectáculo, el montaje pretende que el público viva una experiencia teatral: Ahondar en las pulsiones y misterios que esconden las palabras.
