Clara y Solange, criadas en la casa de la Señora y el Señor, juegan a representar el rol de la patrona y el asesinato de la misma. El juego, que deja entrever una relación que pasa rápidamente del amor al odio, será perturbado por la llamada telefónica del Señor, anunciando que había sido liberado del presidio, al cual lo había condenado un falso testimonio dado por Clara y Solange a través de cartas. Ante esta situación, las hermanas redoblan sus esfuerzos por envenenar a la patrona.
La propuesta de Rodrigo Soto, que recupera la obra homónima que Jean Genet escribiera en 1947 a partir de un hecho policial, potencia el trabajo actoral en torno a la femineidad, explotando el erotismo y la tensión que surge en los juegos de representación entre ambas hermanas y en la interacción con la Señora.